Nueve de los catorce hoteles cerrados en Andalucía se encuentran en la provincia de Málaga: Byblos y Radison Marqués en Mijas; Guadalpín Marbella, Incosol y Don Miguel en Marbella; Las Dunas y AGH en Estepota, Las Palomas, en Torremolinos; y Novotel, en la capital malagueña.
Sin embargo, no todos se encuentran en la misma situación. A las Dunas, por ejemplo, acuden a diario los trabajadores porque el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, TSJA, ha condenado a su propietario, el Banco Pastor, a su readmisión. Es el único caso en el que los empleados están cobrando sus nóminas.
Incosol, está pendiente de que la titular del juzgado de lo Mercantil número uno de Cádiz resuelva el expediente de suspensión temporal que se ha acordado con la Administración concursal. Los trabajadores, curiosamente, siguen acondicionando las instalaciones a la espera de que el negocio reflote, como ocurrió en los hoteles Torrequebrada y Los Monteros, donde la labor de los administradores concursales permitió la llegada de inversores que han insuflado aire a ambos negocios cuando estaban moribundos.
Un acuerdo entre el Banco Sabadell y la cadena hotelera Barceló ha concedido una segunda oportunidad al hotel Selenza de Estepona, cuyo cierre se anunció a finales de mayo, después de tres años abierto. El establecimiento volverá a abrir sus puertas tras un proceso concursal.
En la Costa del Sol también hay varios hoteles abiertos inmersos en concursos de acreedores, tales como el Gualdapín Banús, en Marbella, vinculado al escándalo de corrupción del caso «Malaya», y el hotel Cervantes, en Torremolinos, que paso por las manos de la familia Ruiz Mateos. Aún no hay compromiso de venta a ningún grupo o cadena hotelera solvente para que los refloten.
El presidente del Consejo de Turismo de la Confederación de Empresarios de Andalucía, Miguel Sánchez, explica que el sector está atravesando su particular tormenta perfecta en la que la caída del mercado nacional no es compensada por un incremento del visitante extranjero, motivado por una readaptación de los precios y la incidencia de la Primavera Árabe en destinos competidores.
Aunque pueda parecer increíble, patronal y sindicatos coinciden en señalar una de las raíces de esta dinámica destructiva: el desembarco de empresarios inmobiliarios. Promotoras y constructoras como Aifos realizaron inversiones en hoteles de lujo que se transformaron en negocios ruinosos. Este tipo de empresarios «no eran hoteleros», dice Sánchez, por lo que no sabían gestionar los establecimientos. «Éramos la envidia de Europa. Teníamos hoteles que nos hacían diferentes y hay que recuperar la credibilidad», concluye.